Marian McPartland (mujeres del jazz III)

Margaret Marian Turner, conocida a partir de su matrimonio con el trompetista Jimmy McPartland como Marian McPartland, nació el 20 de marzo de 1918 en Slough, al este de Londres. Con tres años ya demostraba sus inusuales dotes a las teclas. También aprendió a tocar el violín y a cantar, pero sin tanta habilidad. Sus padres tardaron cierto tiempo en reaccionar a tal don, y hasta los 16 años no fue apuntada a una escuela superior de artes. Allí descartaría los clásicos y apostaría por los revolucionarios golpistas del jazz: Duke Ellington y Teddy Wilson.
Esta elección llevó a la brillante pianista a abandonar muy pronto los estudios. Comenzó su carrera musical con un modesto grupo, y a los pocos años su nombre ya resonaba por todo Inglaterra. Recorrió Europa durante la Segunda Guerra Mundial. Fue durante estos viajes cuando conoció a su esposo, Jimmy McPartland. Acabada la guerra, se trasladaron a Nueva York. Llegar a Broadway supuso la proyección total de McPartland. Donde no llegaba su destreza y estilo musical, lo hacía el impulso y aliento de su marido, quien proclamaba y presumía por todo Manhattan de la polivalencia de su mujer al teclado. El crítico Leonard Feather dijo de ella que lo tenía todo en contra: “Mujer, blanca e inglesa”. Sin embargo, no tuvo ningún obstáculo. Su estilo suave e íntimo la elevó de toda distinción racial o sexual. De esta forma, McPartlantd actuó durante los siguientes años de forma habitual en los mejores clubs y teatros de Nueva York, abrió su propia discográfica y conoció a Mary Lou Williams, a quien admiraba por su profunda y comprometida lucha social, racial y feminista a través del jazz.
No obstante, será a los 60 años (alrededor de 1978) cuando comience el éxito universal de Marian McPartland. Nace Marian McPartland’s Piano Jazz, programa que surfeará las ondas de radio durante 33 años.
El formato del programa era sencillo pero exquisito, muy elegante: entrevista a un músico de jazz, con el que siempre acababa tocando a dúo. La primera invitada, como no podía ser de otra forma, fue Mary Lou Williams. Después de ella, y a lo largo de más de tres décadas, los mejores jazzistas de la segunda mitad del siglo XX: Chick Corea (en numerosas ocasiones), McCoy Tyner, Dave Brubeck, Dizzie Gillespie, Henry Mancini, Sarah Vaughan, Herbie Hancock, Gerry Mulligan, Ray Charles, Lee Konitz, Rosemary Clooney, Diana Krall, Paquito D’Rivera o Chuck Mangione. Incluso Clint Eastwood compartió micrófono con ella allá por 1994.
En 1991 vuelve a casarse con Jimmy McPartland, del que se había separado en 1969. Dos semanas después, el trompetista fallecerá y será incorporado al Jazz Hall of Fame.
Marian McPartland condujo su programa hasta 2011. Pese a sus 92 años, sus dedos y agilidad mental no decayeron en ningún momento. Falleció año y medio después de retirarse como directora del programa, por causas naturales, el 20 de agosto de 2013. Tenía 95 años.
Marian McPartland tuvo una vida de éxito, basada en su incansable esfuerzo por emerger desde el anonimato británico. No obstante, siempre le acompañó y ayudó el don de la frescura musical, que le abría todas las puertas y le firmaba contratos. Ella remozó los eternos sonidos de Broadway gracias a sus toques y distinciones contemporáneas. Para agrandar la epopeya diré que no sabía escribir música: Marian McPartland tocó mayoritariamente de oído.
Incluir a Marian McPartland en esta serie de biografías ayuda a entender las diversas formas de manifestación del feminismo y el trabajo por la igualdad. Mientras que las anteriores fueron mártires sociales (en especial Billie Holiday), nuestra actual protagonista es un ejemplo de cómo a través del prestigio y el éxito también puede reclamarse a voces el reconocimiento del sexo femenino. La prueba fehaciente de ello es que se convirtió en una de las presentadoras que más tiempo ha estado en antena, que invitó y congregó a los pilares del jazz como no lo hizo nadie, y que compartió cientos de horas con ellos, sin apenas conocer la notación musical. No todas las historias de lucha feminista son dramáticas. Muchas, de hecho, no son ni luchas.