Concierto impresionante: Aruán Ortiz, Michael Janisch, Greg Osby, Raynald Colom, Rudy Royston

Escrito en colaboración con José Juan Pamblanco y Paco Mollà
Lo que escuchamos en Jazzazza fue tan extraordinario que decidimos que no servía darle una valoración de cinco. Así que pensamos hacer un experimento: hacer tres crónicas y así darle una valoración de quince. Hemos escrito las crónicas sin leer la de los otros, y los tres le hemos dado un enfoque más emocional que técnico. Coméntanos si te gusta.

Osby soplando y Colom admirando a su compañero
Ficha del concierto
- Fecha: 4 de noviembre de 2011, 23h.
- Lugar: Jazzazza. Ce n’est pas un bar (Aljezares, Murcia)
- Formación: Aruán Ortiz & Michael Janisch quintet, featuring Greg Osby & Raynald Colom
- Raynald Colom: trompeta.
- Greg Osby: saxo.
- Aruán Ortiz: piano.
- Michael Janisch: contrabajo.
- Rudy Royston: batería.

Aruán Ortiz divirtiéndose, como todos
Brigadoon – Paco Mollà
¿Qué haces cuando te quedas noqueado y sigues así durante días?
Ese impacto produjo la sensacional actuación –en dos pases de algo más de una hora- del Quinteto de Aruán Ortiz y Michael Janisch, con Raynald Colom y Greg Osby. No íbamos desprevenidos porque Greg Osby es una de las principales figuras del vanguardismo y la experimentación en el jazz contemporáneo. Y aunque apenas habíamos oído nada del resto, no importó. Bendita ignorancia que nos permitió disfrutar más.
Con las primeras notas, Janisch dejó claro que los patrones rítmicos que escucharíamos no iban a tener nada que ver con el son, la rumba o cualquier otra de las músicas populares cubanas. Estaba empezando a tener lugar algo asombroso, difícil de presenciar. Cuando, tras la estela de Janisch, Raynald Colom casi nos abrasa con el fuego de su trompeta, nos abrochamos los cinturones. El solo de Osby que le siguió, inteligente y audaz, cerebral y sentido a la vez, acabó por establecer los niveles de intensidad del concierto. La base rítmica de Janisch, Royston y Ortiz, en una suerte de “más madera” inagotable, la garantizaba y la hacía más y más profunda. Sin amplificación. A pulmón y a pleno esfuerzo. Y estábamos apenas a un par de metros del escenario. Eran los primeros minutos del concierto y ya estábamos casi sin respiración…

Raynald Colom en su primer solo ya estaba sudando así. ¡Qué intensidad!
El pianismo “no cubano” de Ortiz brilló desde el segundo tema, una versión de Fats Waller. La sensación pasó a certeza: Fats Waller… ¡Claro! Es lo que está tocando ahora Jason Moran…Jason Moran, Greg Osby, Andrew Hill… Aruán Ortiz. Eso era lo que íbamos a presenciar, una exhibición de piano vanguardista, moderno, o dicho a-la-Moran, “modernistic”. Nada menos. Sr. Ortiz, me quito el sombrero. Usted pertenece a esa liga – aunque seguro que, cuando quiera, podrá tocar en la línea de Lecuona, Rubén González y otros maestros cubanos, pero ahora no era el caso- y solo ha necesitado un instante para demostrarlo. Pero es que Janisch también ha tocado con Jason Palmer. Y con Walter Smith III. Y éstos, con Jason Moran… Todos han tocado con todos. El dominio y conocimiento de un lenguaje común da para volar muy lejos.
Y así ocurrió en el segundo pase, cuando fueron más y más allá de los límites que habían marcado en la primera hora. En esta ocasión, los temas fluían enlazados, sin pausas, casi a borbotones, con persecuciones asombrosas entre Osby y Colom, propulsados por Royston, Janisch y Ortiz, enérgica o sutilmente, a voluntad. Más que en el primer pase, si cabe, vimos en este segundo cómo el grupo funcionaba a plena máquina, perfectamente cohesionado. Una auténtica maravilla. Solos furiosos, rápidos, hirviendo. Pero también lentos, sentidos y esparciendo pétalos. A estas alturas del concierto, uno se encontraba sobrepasado, superado y casi sin dar crédito a lo que estaba presenciando. A lo que oía, a lo que se sentía en el ambiente y a las dimensiones de lo que se había logrado. Y, cuando terminó el concierto, noqueado, pensó que había ido a Algezares, pero había tenido la suerte de acabar en Brigadoon.

La locomotora Royston
Valoración
Reflexiones en torno a un concierto – José Juan Pamblanco
Hace algunos meses hablaba en este blog de la magia del jazz a propósito de un concierto de Monty Alexander en el festival de San Javier. Los que tuvimos la suerte de acudir al Jazzazza el pasado viernes, 4 de noviembre, pudimos comprender en toda su extensión el significado de tal concepto. Ayudados por las circunstancias: un local reducido y un ambiente casi familiar, el entrañable jazzbar de Algezares se convirtió en una especie de nave sideral en la que los presentes despegamos de nuestras, por lo general aburridas, coordenadas espacio-temporales para entrar en una dimensión absolutamente nueva que nos alejaba por completo de las miserias cotidianas y la “culpa” la tuvo el inolvidable concierto que nos ofreció el gran Greg Osby con Aruán Ortiz, Raynald Colom, Mike Janisch y Rudy Royston.

Michael Janisch con una mirada cómplice a su colega Aruán
Siempre he pensado que una de las razones por las que el jazz no tiene un mayor número de seguidores es porque para su verdadero disfrute se exige un esfuerzo de atención por parte del oyente que no todo el mundo está dispuesto a practicar. Pero la satisfacción anímica que uno recibe a cambio de esa concentración puede resultar una experiencia tan sumamente satisfactoria que compensa con creces el esfuerzo requerido.
Y eso es precisamente lo que sucedió el otro día en el Jazzazza. Uno lleva muchos años acudiendo a conciertos y debo decir, aun a riesgo de que me tachen de místico, que tengo tres o cuatro de ellos grabados en la memoria en los que se produjo esa mágica comunión entre músicos y público que elevó el simple disfrute de la música a una categoría espiritual difícil de definir. A partir de ahora el del 4 de noviembre de 2011 ocupa un lugar especial en ese cofre del tesoro.
Un servidor llevaba años siguiendo a Greg Osby aunque nunca había tenido la oportunidad de disfrutarlo en directo; había podido apreciar la calidad de Raynald Colom este verano en San Javier (ya no es una promesa, es una de las realidades más firmes del nuevo jazz español) y conocía solo por leves referencias al resto de los componentes del quinteto. Pero en cuanto subieron al escenario del Jazzazza y especialmente en la segunda parte del concierto la compenetración y la complicidad entre ellos y el público fue total y absoluta hasta alcanzar ese estatus mágico del que hablaba el principio. No entraré en detalles técnicos, no soy el más indicado, otros lo harán mucho mejor, solo sé lo que experimenté al pie de ese escenario y estoy seguro de que tardaré mucho tiempo en olvidarlo.

Greg Osby también disfrutó escuchando los solos de sus compañeros
Valoración
¿Jazzazza o Minton’s playhouse?- Álex García
No voy a entrar en qué canciones interpretaron. Ni en otras cuestiones técnicas. No. Mi crónica va a ser un relato de los sentimientos, de las sensaciones que me provocó. Porque estoy convencido de que el otro día en Jazzazza tuve la inmensa fortuna de asistir a un momento creativo grandioso.
Yo sé que te va a parecer exagerado lo que voy a afirmar. De hecho si yo no hubiese asistido me parecería exagerado. Pero de todos modos, ahí va: hubo un momento en que pensé que los que estábamos presenciándolo nos sentíamos como se sintieron hace 70 años los aficionados que en un pequeño club de Nueva York escuchaban por vez primera a unos chavales comandados por un tal Charlie Parker haciendo que el jazz evolucionara.
Lo sé, lo sé, son palabras mayores. Estamos hablando de un momento histórico, único, irrepetible. Pero para mí fue lo más cerca de ese momento que nunca he estado.
Si sigues JazzTK habitualmente, sabrás que soy un tipo un poco chapado a la antigua en cuanto a gustos jazzísticos. No quiero decir que sólo me guste Ellington y Basie (que me encantan), sino que la música en la que se adentró Coltrane a partir de A Love Supreme (incluso este disco lo tengo que coger con el estado de ánimo apropiado) y todo el free jazz me resulta poco atractiva. Más bien no la suelo soportar. Y aunque he ido evolucionando, este concierto significó un salto cualitativo.
Implicó un salto porque lo que escuchamos de este quinteto se adentra de lleno en un tipo de música que no me suele gustar. Pero la forma en la que me fueron introduciendo en ella fue tal que consiguieron que la disfrutara de una forma sensacional. De hecho llegó un momento en la segunda parte de la doble sesión en la que me encontraba flotando, en un estado entre el shock y el éxtasis. Fue increíble.
La intensidad del concierto fue subiendo conforme iba avanzando la actuación. Y no porque comenzara el concierto con poca intensidad, pues ya el primer solo de Raynald Colom fue toda una declaración de intenciones acerca de por dónde iba el asunto: por todo lo alto.

La tensión en todo el cuerpo de Raynald Colom era muy visible
El primer pase fue muy bueno, con un trío rítmico que marcaba un ritmo elevadísimo sobre el cual Greg Osby y Raynald Colom sobrevolaban con unos solos tremendos. También el líder, Aruán, se marcaba algunos solos sensacionales. Y Jarnisch y Royston imponían el ritmo de crucero (o más bien de bólido de fórmula 1) que los sopladores necesitaban.
Cuando esta primera parte terminó los comentarios eran de «menudo concierto se están marcando», «qué buenos músicos son, que potencia, que capacidad» y otros por el estilo. Se respiraba en el ambiente un aroma de alegría por estar disfrutando del jazz.
Pero entonces llegó la segunda parte. Y lo que en la primera sesión nos había gustado, nos había parecido magnífico, empequeñeció ante lo que nos ofrecieron en la segunda. Fue una explosión de JAZZ. Una brutal descarga de JAZZ. Una apasionante interpretación de JAZZ. Directa en vena. Y lo que en la primera parte era un aroma de alegría en el ambiente se transformó en un sentimiento colectivo de felicidad por estar allí, por estar escuchando, empapándonos de esa maravilla de actuación.
En una de las baladas los asistentes no aplaudimos los solos no porque no nos gustaran, sino por no perdernos ni el más mínimo detalle. Y el prolongado aplauso y «bravos» desde el público después de que enlazaran dos canciones seguidas justo antes de la última fue una muestra de lo que significaba lo que estaba sucediendo para todos nosotros.
Al final de la actuación todo el público en pie reconoció de forma agradecida a estos músicos que les hubieran elevado a esferas tan altas. Fui testigo de mucha de gente que se acercaba a ellos cuando salieron del escenario para darles las gracias por haberles hecho sentir aquello.

El tremendo Greg Osby
Y creo que incluso ellos, los artistas, estaban un poco flotando por lo que habían hecho. Durante el concierto las miradas cómplices eran muy habituales, se les veía sonriendo cuando otro hacía el solo. De hecho hablando en la calle con Raynald al poco de terminar el concierto (es un tipo sensacional), al preguntarle por una de las canciones que habían interpretado nos dijo algo así como que no sabía ni las canciones que habían tocado. También estaba en shock.
En fin, un concierto que significó una subida de adrenalina para todos. Desde luego, puedo asegurar sin ningún tipo de duda que este es uno de los conciertos que más he disfrutado de todos los que he asistido. Espero poder repetir estas sensaciones en breve, y que no tarde cien años en volver, como la ciudad de Brigadoon que comentaba Paco Mollà…
Nada que añadir a la «tri-crónica», sumarme al entusiasmo y congratularme por asistir al acontecimiento. Hacía mucho tiempo que no me sentía clavado en el asiento en un concierto, casi sin respirar, sintiendo la música dentro de mí, solo y a la vez acompañado por un grupo de aficionados que «estábamos en lo mismo». Atesorando los sonidos y sensaciones, fijándolos en la memoria, y todo esto a un metro de distancia de los músicos, en un local muy especial que ya pasa a ser uno de nuestros puntos cardinales jazzísticos.
La verdad es que es muy acertado lo que comentas de que «estábamos en lo mismo». Esa sensación también la tenía yo durante la segunda parte del concierto y luego se corroboró al final, porque estábamos todos como alucinando con lo que habíamos presenciado, como si n ganas de movernos de allí.
La próxima la hacemos a cuatro voces, Santi.
Por cierto, vaya pedazo de fotos, si parece que el bueno de Raynald esté soplando en la pantalla, delante de nuestras narices.
Por lo que veo me perdí EL concierto. Me han encantado vuestras crónicas, hacía tiempo que no veía tanta emoción!!!