Heterophonic: Animal Collective – Merriweather Post Pavilion

Y al arrancar JazzTK le pedí que lo siguiera haciendo, pero en público. Su sección nos traerá otras músicas más o menos cercanas al jazz, concretamente las que le apetezcan. Gracias por participar y bienvenido.
alexgarcia
De no andar muy lejos de la verdad la afirmación de John Cage, según la cual
“lo que oímos es en su mayor parte ruido. Cuando lo ignoramos, nos molesta. Cuando lo escuchamos, lo encontramos fascinante”,
este disco te va a encantar. Y es que el Colectivo Animal es, junto a ESA serie policíaca, el otro motivo por el que durante el lustro que se acaba mucha gente de este país ha aprendido a situar Baltimore en el mapa.

Animal Collective, Merryweather Post Pavilion (Domino 2009)
Procedentes de dicha ciudad, aunque radicados en Nueva York y Lisboa, Panda Bear, Avey Tare, Geologist y Deakin (nombres artísticos de Noah Lennox, David Porter, Brian Weitz y Josh Dibb) constituyen el que es, sin duda, uno de los tres nombres en los que se mira la música popular más inquieta y subyugante de lo que llevamos de siglo XXI. (Para las otras dos casillas el que esto suscribe duda entre Joanna Newsom, M.I.A., Burial, Kanye West y LCD Soundsystem; tú eres muy libre de elegir cualesquiera otros).
Antecedentes
No obstante, en el año 2000, cuando este grupo de amigos inició su andadura, pocos eran los que podían sospechar o intuir que dicho viaje fuese a llegar (de momento) a destino tan feliz. Estos músicos, por otro lado, cuentan con proyectos paralelos, y no participan siempre juntos en los trabajos de la formación -en la presente ocasión sólo comparecen los tres primeros.
Proclives a experimentar, improvisar y saltarse convencionalismos, cosa que trasladan igualmente a sus vídeos (como muestra véanse los de Peacebone, de su LP del 2007; Water Curses, del EP homónimo del 2008; y My girls, el tema estrella del LP que aquí comento), en sus inicios trabajan más en descubrir sonidos y crear texturas y ambientes que en componer canciones en el sentido tradicional.
No es extraño, por tanto, que a la hora de hablar de Spirit They’re Gone, Spirit They’ve Vanished (Animal, 2000; a nombre de Avey Tare y Panda Bear), Danse Manatee (Catsup Plate, 2001; el dúo inicial con Geologist), Hollinndagain (St. Ives, 2002; grabado en directo por Avey y Panda), Campfire Songs (Catsup Plate, 2003; aquí con Deakin) o Here Comes The Indian (Paw Tracks, 2003; ya como cuarteto, a nombre del grupo y publicado en la discográfica que ellos mismos crearon) se empleen términos como vanguardia, minimalismo, ambient, noise, weird folk o psicodelia.
Como uno puede imaginar, son discos ásperos, en absoluto aptos para tímpanos acomodaticios, pero si ése era el camino que había que tomar para llegar hasta aquí, no cabe perder el tiempo buscando peros y señalando errores. Lo que resulta evidente es que estamos ante un grupo diferente y especial.
De hecho, la carrera de los Animal Collective despierta cada vez mayor interés y su siguiente trabajo lo editan en un sello británico. Sung Tongs (Fat Cat, 2004), compuesto e interpretado de nuevo a solas por Avey Tare y Panda Bear, es una buena piedra de toque para el que quiera iniciarse en su particular universo. Así, junto a los más de 12 minutos de rasgueos hipnóticos y repetitivos de Visiting Friends, en Leaf House, Winters Love, Kids On Holiday o Sweet Road aparecen las armonías celestiales, las melodías de verdad tarareables y los ritmos de otras latitudes marca de la casa que justifican no sólo la comparación con algún que otro tótem como el grupo de Brian Wilson, sino la equiparación con formaciones señeras del rock independiente, léase Mercury Rev o Flaming Lips.
Precedido ese mismo año por el EP Prospect Hummer, en colaboración con Vashti Bunyan, el álbum Feels (Fat Cat, 2005) representa un paso de gigante en la evolución del grupo. Lo apuntado anteriormente se conjuga de manera más natural y cada vez con mayor sentido (rasgo que irá acentuándose en cada entrega posterior), y de ello, consecuencia lógica, salen beneficiadas las canciones, algunas de ellas pletóricas: Did You See The Words, Grass, The Purple Bottle o la excelsa Banshee Beat son de las que consiguen hacerte sentir rejuvenecer; sin olvidar remansos de paz alucinógena como Bees o Loch Raven.
Tras el EP People, del año 2006, llega su obra de consagración, tanto en términos comerciales (relativos: estamos hablando del otro mundo) como artísticos (la mayor parte de la crítica especializada se rindió ante ellos). Con cambio de discográfica incluido, Strawberry Jam (Domino, 2007) son algo más de 43 minutos de música sin desperdicio. Aplicando de manera magistral todo lo que habían puesto en práctica con antelación, y sin perder el norte, los de Maryland entregaron (de Peacebone a Derek) el mejor tratado posible de guitarras lisérgicas, indagación sonora y cánticos alucinados que se puede oír en la actualidad (Fireworks puede entenderse como la sublimación de su arte). Y gracias a que consiguieron destilar sus influencias de manera más sutil, llegaron a ser los que tenían que ser, únicos, y se convirtieron, de paso, en el nuevo grupo (esta vez sí) con el que se compara a todos los demás. Un hito.
Merriweather Post Pavilion
Pero hete aquí que cuando todo hacía presagiar que los estadounidenses habían culminado su proceso de madurez y que no iban a poder llegar más alto, van y sacan de su chistera (precedido el año anterior por el EP Water Curses, anuncio de su giro electrónico) este Merriweather Post Pavilion, que, a modo de billete de vuelta a la edad de oro, se convierte en uno de los mejores “discos salvavidas” que haya parido genio alguno: de esos que te alegran cualquier día y te reconcilian con el género humano.
Escuchar este disco y sentirse como niño con zapatos nuevos es todo uno. ¿Y qué tiene para que emplee tanta hipérbole en él? Como si se tratase del tesoro que, en el fondo del mar, está a la espera de ser descubierto por el buzo que se deja ver en una de las fotos interiores, el álbum contiene 11 auténticas joyas, 11 canciones como 11 soles, con las que quedar deslumbrado por muestras de la mejor música popular de ayer y de hoy, de aquí y de allí, y, así, vislumbrar la del futuro.
Sin miedo a un sonido que pueda atraer a las masas (el mezclador, Ben Allen, ha trabajado, entre otros, con Christina Aguilera), pero con el pulso firme y la actitud insobornable, el (en este caso) trío maravillas, al tiempo que hace su repertorio más accesible, consigue darle una vuelta de tuerca más a su música con la soberbia mezcla de ritmos afro-caribeños y la electrónica más exquisita, con los nuevos y maravillosos juegos vocales y con estribillos de ensueño.Todo ello impregnado de una bendita locura y un espíritu lúdico que les llevan a exprimir todas las posibilidades de cualquier artefacto sonoro que pillen entre manos, ya sea sampler, caja de ritmos o algún que otro instrumento folclórico. Con ellos arreglan y decoran los temas de tal manera que uno se queda estupefacto.
Nos regalan, de este modo, su Pet Sounds (Beach Boys), su Magical Mistery Tour (The Beatles), su We’re Only In It For The Money (Frank Zappa). En definitiva, un pozo de gozo sin fondo del que, una vez se ha caído en él, no se puede, y lo más importante, no se quiere salir. Cuando se llega al final, el sentimiento de euforia del oyente es mayúsculo.
Los temas
Cual experiencia iniciática, antes habremos emprendido viaje en In The Flowers, que presenta y compendia de modo paradigmático los principales elementos que entran en juego y anuncia la impresión que se va a causar en el valiente y dichoso aventurero que ha decidido cruzar su misterioso umbral: suaves arpegios y voces del más allá entre efectos de ruido que, de pronto, estallan rítmica y melódicamente para dejarnos el corazón henchido.
Y no esperan más los estadounidenses para subir a la cumbre: My Girls (toda un oda al hogar), con sus teclados minimalistas, el trenzado de sus voces (falsetes inlcuidos), sus bajos profundos, sus palmas sintéticas y sus definitivos y contagiosos ritmos, son cerca de 6 minutos de canción pluscuamperfecta; el genuino electro-pop de ahora y de cualquier otro tiempo que haya de venir.
Also Frightened amaga al principio con percusiones tribales, para mutar, de repente y sin solución de continuidad, en un aletargado y narcotizado ¾; pero son las voces las que se llevan la palma: en unos momentos, simulando invitarnos a calmarnos; en otros, gritándonos desde las notas más agudas de las que son capaces precisamente eso:
“Are you also frightened?”.
A continuación, bañada en distorsión, con los graves saturados y el compás más recio y arrebatado, se nos presenta la hermana pequeña de My Girls, Summertime Clothes, que culmina en otro estribillo mágico y en una frase de lo más sencillo y, por ende, pop:
“And I want to walk around with you
And be here with you, we’re going”.
Tras dejar atrás las escalas turulatas de órgano de Daily Routine, llegamos a Bluish y Guys Eyes. La primera debe de ser la nana-villancico que se canta a los niños de las galaxias más lejanas. La segunda, con versos como “I really want to show to my girl that I need her”, la reconstrucción historicista de una balada arcana y atávica (¿qué ser es el que se oye rugir al fondo?).
Entonces Taste nos prepara para afrontar una tríada final de órdago. En primer lugar nos encontramos el breakbeat aborigen avant-garde de Lion In A Coma. Y una vez que, después de sumergirnos en sus oníricas aguas, se ha surcado el cálido mar de la tranquilidad de “No More Runnin”, se arriba, por último, al carnaval de “Brother Sport”, pura golosina tropicalista para relamerse de gusto. Parafraseando al crítico, un increíble final de fiesta auditiva, que, con ese título y de ser perfecto, bailaría de aquí al 2014, al menos, medio planeta y se convertiría en himno oficial del próximo mundial. (Pero igual va a ser que no. Me estremezco sólo de pensar en aquello con lo que nos van a obsequiar las máximas autoridades del balón para amenizar el campeonato.)
¿Y ahora…?
Llegados a este punto no vale la pena quedarse ante el reproductor boquiabierto y con la mirada perdida. Lo mejor es volver al inicio y recrearse de nuevo con los mejores cincuenta y tantos minutos que, sin contraindicaciones, podemos dedicarles hoy a nuestros oídos. Porque, ya te lo imaginas, como cualquier gran clásico (y esta criatura, aunque sólo tenga meses, lo es), Merriweather Post Pavilion es (casi) infinito e inabarcable, y los efectos de sus gigantescas ondas expansivas son indelebles.
Se publicó en enero de 2009 y, desde entonces, no se atisba a nadie, salvo ellos mismos, que pueda venir a desbancarlo de lo más alto del podio. Y es que ya lo han afirmado otros, pero a mí no me importa repetirlo, porque tienen más razón que un santo: disco del año y de la década, o para que quede más claro, de lo que llevamos de milenio. Lo dicho, un auténtico y fabuloso regalo. Como concluiría aquél, si no les gusta, es que han puesto otro.
[Animal Collective remataron la faena en 2009 con la publicación de Fall Be Kind, EP con 5 temas nuevos, fantástica continuación de su obra maestra (mención especial para What Would I Want? Sky)]
Mi valoración
Vídeos
Peacebone:
Water Curses:
My Girls:
Fuentes y enlaces de interés
S. Carrillo, “Animal Collective. Merriweather Post Pavilion”, en Rockdelux, RDL 278, noviembre 2009, p. 138.
J. Cage, Silencio, Madrid, Árdora Ediciones, 2007, p. 3.
E. Guillot, “Animal Collective. 20.000 leguas de viaje submarino”, en Rockdelux, RDL 269, enero 2009, pp. 6-8. [Juan Cervera firma su crítica en la página 82.]
V. Lenore, “Animal Collective. Mermelada mutante”, en Rockdelux, RDL 257, diciembre 2007, pp 64-6.
J. Ch. Monger en www.allmusic.com/artist/animal-collective-p560122
Myspace: http://www.myspace.com/animalcollective
www.myanimalhome.net/
http://pitchfork.com/search/?query=animal+collective&search_type=standard
http://es.wikipedia.org/wiki/Animal_Collective